Todo el mundo conoce la importancia del agua para el ser humano. Estamos formados por un 65% de agua y no podemos pasar más de 2 o 3 días sin ella. La cantidad de agua que ingerimos depende de varios factores como la ingesta directa, el agua de los alimentos o la humedad del ambiente. Por otro lado, las pérdidas se basan en nuestros pasos por el cuarto de baño, sudor y respiración. Es evidente que cuando practicamos ejercicio físico consumimos más agua de lo habitual, siendo la deshidratación deportiva un problema más común de lo que parece.
Algunos de los síntomas de dicha deshidratación son los siguientes: calambres, fatiga muscular temprana, quemazón muscular en movimientos repetidos, calor excesivo al finalizar el entrenamiento o trabajo excesivo de nuestros riñones al tener que filtrar más componentes de deshecho sin agua suficiente.
Entonces, ¿qué podemos hacer?. Al igual que planificamos de forma meticulosa nuestra alimentación deportiva, debemos hacer lo mismo con la hidratación.
- Horas antes del entrenamiento: beber de 1 a 1,25 litros de forma regular.
- Entre 30 y 40 minutos antes del entrenamiento: beber de 400 a 500 ml de agua. Se puede acompañar con algún alimento rico en hidratos de carbono como un plátano, aportando agua y glucosa.
Durante el entrenamiento: beber entre 100 y 150 ml en periodos de 30 minutos.
Dependiendo del tipo de ejercicio o de la climatología, se puede sustituir el agua por alguna bebida isotónica con rango de glucosa por encima del 6%.
Si el entrenamiento dura más de 1 hora, serán necesarios hidratos de carbono (además del agua).
Al acabar el entrenamiento: comenzar lo antes posible la hidratación. Si el entrenamiento ha sido suave, bastará con agua bebida a tragos moderados hasta perder la sed. Si por el contrario, el entrenamiento ha sido fuerte, deberemos utilizar de 0,5 a 1 l de bebidas isotónicas.